lunes, 16 de febrero de 2009

Breve Reflexión

Estamos en una época oscura de principio de siglo, como se registra en los principios de siglo, estamos ante una época conservadora y retrograda en donde la fuerza por la homogeneidad se hace más fuerte y en todos los ámbitos de la vida política, ética y social. A pesar del avance y reconocimiento de muchos derechos puestos en las legislaciones las fuerzas más conservadoras quieren no solo obstruir la búsqueda de la lucha por derechos de mayor bienestar individual y colectivo, sino que tratan de volver a tiempos atrás para minimizar o cambiar las prácticas que ya tenemos basados en el respeto por la diferencia.

El trabajo que se hace para no respetar la diferencia se proclama no sólo desde el desconocimiento del otro sino desde el odio por el que piensa distinto o actúa distinto. Desde luego atrás de ello, existen intereses políticos y sociales que las personas a veces no alcanzan a distinguir.

Las tecnologías de la Información y la comunicación han permitido la democratización de la información, especialmente la Internet porque a través de ella se puede conocer distintos puntos de vista, visitar nuevos lugares, acceder a información de distintas fuentes. Pero en los retos son innumerables para que las TIC potencien las características de la virtualidad y éstas a la vez nos permitan construir calidad de vida para los seres humanos.

Los valores fundamentales que implica el respeto por la diferencia están fundamentados en la dignidad humana y en el derecho a la vida como garantes para saber que existen unos límites y un criterios para no eliminar, no homogeneizar o no dañar el buen nombre del que piensa distinto sea que esa diferencia se exprese en una persona, cultura o sociedad.

martes, 3 de febrero de 2009

LA AUTONOMÍA EN LA VIRTUALIDAD

Enith Castaño Bermúdez

La autonomía es un valor intrínseco del ser humano que fundamenta su dignidad, y es, a la vez, un proceso de construcción que obliga al sujeto a potenciar sus fortalezas y condiciones de posibilidad para una vida digna. Tarea en la cual juegan un papel fundamental la educación y las innovaciones tecnológicas que desarrollamos. La libertad, pensada en términos de autonomía, sigue estando en el centro de los debates ético-políticos actuales; y con la integración de las “nuevas” tecnologías en nuestra vida diaria colectiva, toma mayor fuerza, la preocupación por encontrar y brindar las estrategias más eficaces para formarnos como sujetos autónomos y ciudadanos responsables en un mundo más interconectado.

En buena parte, son las herramientas tecnológicas las que nos permiten aprovechar la potencialidad de las características de la virtualidad como un fenómeno que ha acompañado siempre a la humanidad, como lo sostiene Pierre Lévy en sus estudios sobre la Cibercultura. Características como la desterritorialización -la separación del aquí y del ahora- la descentración, la invención de nuevas velocidades, de nuevas relaciones entre la interioridad y la exterioridad, permiten explorar y construir múltiples y variadas actualizaciones que responden a la dinámica virtual. Precisamente, estas características de nuevas velocidades en concepciones distintas de tiempo y espacio a las que habíamos imaginado, son las que procuran, para Lévy, una potencialización de la capacidad creadora y flexible de los seres humanos, y aumenta su grado de libertad. Por tanto, la virtualidad siempre va más allá de las herramientas tecnológicas, solo que éstas, potencian en grado sumo las características de flexibilidad y de interactividad entre los seres humanos.

Esta tendencia liberadora, y de construcción colectiva, está íntimamente ligada con la autonomía como una construcción social, pues nos afirmamos como hombres y mujeres en los criterios de nuestras decisiones y elecciones, en relación con otro(a)s. La autonomía no es solipsista, solo que la responsabilidad de la decisión en última instancia le corresponde al sujeto libre. En esta perspectiva, la educación es un elemento clave para el desarrollo moral de las personas, vistas como seres educables, capaces de interpretar, confrontar y transformar las dinámicas sociales y políticas para mejorar su calidad de vida. De ahí la insistencia en que una conciencia moral solo puede constituirse y desarrollarse en un contexto social, gracias al reconocimiento de otros sujetos autónomos y libres. Sabemos que existen vinculaciones sociales importantes que constituyen la identidad individual y colectiva y que la autonomía es, ante todo, una construcción social, de reconocimiento intersubjetivo y de permanente interactividad.

No obstante, el peligro de la estandarización y la homogenización siempre está allí, pero no es un asunto de la tecnología misma sino de las concepciones políticas y éticas acerca de las relaciones entre los seres humanos. Algunas posturas ven en las tecnologías al mismísimo diablo, porque, según ellos, agudizan más las brechas sociales y generan marginación, inequidad y exclusión. Otras desde el otro extremo, consideran la tecnología como la salvación de los agravados problemas de la sociedad actual. Así como son valiosas las objeciones y los reparos de quienes ven en la exaltación de la autonomía un peligro para la misma libertad, o una amenaza para los valores comunitarios, o cuestionan la pertinencia de seguir apelando a la autonomía moral, como herramienta que escondería una voluntad de represión y dominación; también encontramos razones suficientes para cuestionar no ya a las tecnologías, sino a aquellos que se sirven de las mismas para manipular a otros o para extender cualquier tipo de exclusión humana. En fin, sabemos que así como el valor de la libertad-autonomía ha sido manipulado para los fines más variados, la concepción y el uso de las tecnologías no es la excepción. De allí que persista el énfasis en la construcción de la persona capaz de decisiones autónomas en su esfera privada, frente a la intervención estatal o frente a las presiones del mercado, o frente a nuevas formas de manipulación y esclavitud apoyadas en las tecnologías. Por eso, la tarea, nada fácil de formar sujetos autónomos, en la que la persona logre superar de manera paulatina esa cómoda condición de minoría de edad, en la que la toma de decisiones queda delegada en la voluntad de maestros, sacerdotes, tutores u otro(a)s, sigue siendo el eje fundamental y el gran reto de la actividad formativa en entornos virtuales de aprendizaje.

Podemos enriquecer el concepto de autonomía pero el reto sigue siendo el traducir esa conceptualización en nuestras prácticas pedagógicas y sociales. El rasgo fundamental, en todo ello, es mantener lo esencialmente humano: aprender a ser libres. Seres libres capaces de decidir con criterios propios como hacer uso de las tecnologías para su esfera personal y colectiva para crecer en procesos de humanización. Por tanto, los monstruos o ángeles siempre deben ser puestos en las concepciones ético-políticas y en las acciones concretas de quienes fomentan, diseñan y utilizan las herramientas tecnológicas, no en ellas mismas.